El asalto del convoy de ayuda internacional a Gaza efectuado por el Ejército israelí en aguas internacionales marca una profundización en el modo como el Estado de Israel se ha convertido en un violador habitual de los derechos humanos.
Aquel pueblo judío, cuya masacre por los nazis causó el respeto y la comprensión internacional, se ha convertido en los nazis del siglo XXI, violando especialmente los derechos de los habitantes de Gaza.
La guerra del Oriente Medio no tiene visos de arreglo si se sigue permitiendo ese comportamiento israelí, condenado infructuosamente por Naciones Unidas pero amparado por su principal aliado, los Estados Unidos de América. El conflicto viene de lejos, de cuando primero Inglaterra y luego la ONU permitió el establecimiento del Estado de Israel en medio de una Palestina muy poblada y que necesitó la expulsión de más de doscientos mil de sus habitantes para hacer sitio a los judíos. Los expulsados y sus descendientes siguen viviendo en condiciones deplorables sin que se les permita el regreso a sus casas.
Con el paso del tiempo Israel se ha convertido en el gendarme de los intereses americanos en la zona, que tienen que ver básicamente con el flujo del petróleo. Solo así se explica que un país deficitario como Israel pueda mantener inversiones militares, incluyendo proyectiles atómicos imposibles sin la infusión de dinero del contribuyente americano. Y mientras tanto la solidaridad árabe con los palestinos se acrecienta
La situación es básicamente una contradicción difícil de resolver salvo que varíe la política americana y la reacción de ésta al incidente de la flotilla muestra que ello no es previsible en el corto plazo.
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